Uayma: Gema patrimonial con Historia
En Yucatán, la espada y la cruz en los edificios son algo más que legado colonial, son símbolos que obligan a repensar el pasado; como en Uayma, donde cada piedra remite al más crudo conflicto entre indígenas y blancos: la Guerra de Castas.
Al ingresar al municipio de Uayma, llama la atención el profuso azul del Palacio Municipal ¿color que refiere al partido en turno? En efecto, nos cuentan que ahí despacha la panista y defensora de los derechos de la mujer Juana Neyvi Chi Castro.
Recorrimos Uayma. Nos pareció listo para la grabación de una cinta: una escenografía de pueblo tradicional con niños y mujeres interactuando en el parque y las calles. Sus casonas ideales para hostales nos hicieron recordar a San Miguel de Allende.
Aún no teníamos idea de la importancia del lugar. Hasta que unos mayores nos relataron parte de su historia y lo comprendimos todo. Fue difícil pues, ¿Desde qué flanco debíamos entender si se trataba de justificar o condenar lo que escuchamos?
El despojo y la falta de garantías como ciudadanos, llevó a los mayas a destruir la iglesia de Santo Domingo (1646), símbolo de “la Casta”. También hubo saqueos, linchamientos y el hacinamiento de franciscanos al interior del templo para prenderles fuego.
Cuando el incendio terminó, los cadáveres fueron arrastrados hasta la estación de ferrocarriles y en la iglesia aparecieron grabadas las manos de los hombres de fe, como queriendo ascender por las paredes buscando el camino que los condujera al Redentor.
Fue la noche más larga de Uayma, las súplicas por detener a los rebeldes “en nombre Dios” no hallaron respuesta. Al amanecer la iglesia lucía sin techo, con los retablos destruidos y los utensilios de oro y bronce saqueados. La fachada había sido baleada con potentes carabinas. El templo se cubrió por un fúnebre velo grisáceo oscuro.
Ahora, al entrar te envuelve una atmósfera que detiene el aliento. Sus paredes, provenientes de losas desmontadas de la antigua Chichén Itzá, nos trasladaron a los sucesos ocurridos. Luego conocimos el claustro, donde la santidad de los inmolados nos obligó a recorrerlo en silencio y con el respeto que impone una obra monumental cargada de historia y de fe.
Usted tiene que conocer el pueblo de Uayma, una lección dolorosa de historia que nos obliga a repasarla para no repetirla.