Huayas, exquisito manjar para “anolar” 

En maya le dicen waaya, wayam, wayuum, wayum che y wayum y es más chica y menos carnosa y jugosa que la cubana -“mamoncillo” en el lenguaje popular-, pero a veces es más dulce, y el color de la cáscara es de un verde suave. Fue fuente de vitamina C para los primitivos habitantes de la Península es la comunmente conocida huaya y !estamos en temporada!. 

La huaya nativa está desapareciendo de las selvas yucatecas, donde abundaba, a causa de los procesos de deforestación y tala inmoderada, lo que también repercute en la fauna que se alimenta de sus frutos, como el mono, el tepezcuincle, el venado y las aves canoras. Al romperse el equilibrio de la cadena alimenticia se dañaría a estas especies, lo cual, a su vez, impactaría negativamente en el ciclo de otros animales y vegetales.

El árbol de la huaya, además de maderable, también tiene valor ornamental y melífero, porque de sus flores las abejas extraen parte del néctar con el que elaboran la miel.

Con la pulpa de la huaya también se pueden elaborar refrescos y helados. Da fruto en los meses de mayo a agosto, pero puede retrasarse o adelantarse y a veces se cosecha dos veces al año.

La huaya se vende en racimos, o en bolsas, peladas y preparadas con sal y chile. En las calles se encuentran indistintamente en ambas presentaciones.

El fruto de la huaya, que abundaba en la selva del sureste mexicano y fue la fuente de vitamina C para las comunidades mayas en la época precolombina, aún mantiene su popularidad entre la gente que la consume al natural o con limón sal y chile.

 Las huayas que consumen la gente  son de dos especies distintas: la nativa (india) y la cubana, pero que ambas pertenecen a la familia de las “sapindaceae”.

 Este fruto de semilla redonda y lisa posee una cubierta jugosa color anaranjado, rica en azúcares y con una pequeña cantidad de taninos, una substancia astringente, y que es rica en vitaminas, particularmente la C.

La huaya nativa o criolla, originaria del sureste de México y Guatemala, que abundaba en la selva de la Península de Yucatán y cuyo nombre científico es “talicia olivaeformis”, fue “domesticada” por los mayas que la consumían con regularidad.