Acanceh: dedicado a Kinich Ahau

¡Es el pueblo que tiene una pirámide en el centro! Así dicen los visitantes que logran tener noticias de este otrora asentamiento maya que ocupo casi 4 kilómetros de diámetro en su época próspera, dependiente de Mayapán.

Hoy, es gobernado por la alcaldesa Guadalupe Elizabeth Zapata Gonzalez.

El centro erigido al dios solar del período Clásico (Kinich Ahau), fue desmantelado y saqueado en diversos períodos, afortunadamente hoy se puede admirar parte de este basamento, como lo son las estructuras Palacio de los Estucos y la Pirámide de los Mascarones.

Si bien Acanceh no es punto de estadía sino “de paso”, su importancia turística radica en que es antesala de la Ruta de los Conventos (Chumayel, Mama, Maní, Mayapán, Teabo, Tecoh, Tekit y Telchaquillo) y de los cenotes, por lo que a diario recibe de 3 a 4 autobuses de tour operadoras en promedio.

Acanceh, también famoso por su peculiar representación del Viacrucis en Semana Santa, fue redescubierto en 1908 por el arqueólogo Teoberth Mahler, aunque desde el siglo XIX sus mascarones ya habían “seducido” a Desiré Charnay, pero quien los dibujó previniendo su gradual destrucción fue Adela Bretón, en 1910.

Bretón alcanzó a ver los personajes y jeroglíficos completos ¡y qué bueno que los dibujó! Porque con el tiempo gran parte se “hicieron talco” dado que son de estuco, una especie de macilla que se pulveriza, además que el ciclón “Gilberto” hizo lo suyo cuando voló el escombro y los “lavó” en 1988.

La Pirámide en general deja ver mascarones con rasgos animales y humanos (antropomorfos) modelados en estuco que flanquean sus cuatro escalinatas y el Palacio de los Estucos exhibe habitaciones y una fachada escalonada con figuras de mamíferos y aves.

Hoy día los mascarones se protegen con estructuras de techo de huano, ya que a diferencia de otros sitios arqueológicos con mascarones, los de Acanceh no fueron grabados en laja o losa sino en piedras marinas, lo cual significa que el material sobre el cual se labraron ¡fue transportado desde la costa, ¡imagine el trajín!